La selección masculina de baloncesto en silla de ruedas acaba de firmar una de las páginas más brillantes del deporte español. Bajo la dirección de Abraham Carrión, técnico andaluz que durante años lideró al AMFIV de Vigo, el equipo ha trasladado a la pista una filosofía de esfuerzo, defensa inteligente y unión dentro y fuera del vestuario.
En el banquillo, Carrión demostró su capacidad para transformar un grupo en una familia competitiva. Sobre el parqué, Julio Vilas, Lalo Prieto y Manu Lorenzo —tres nombres muy ligados al baloncesto adaptado gallego— pusieron el acento vigués a un triunfo histórico: España se impuso en Sarajevo a Gran Bretaña BSR, la gran dominadora continental y vigente campeona, en una final vibrante que se decidió por pequeños detalles.
Fue una victoria con sabor a revancha y a redención, el desenlace perfecto para una generación que en otras tres ocasiones (1995, 2019 y 2023) se había quedado a un paso del oro. El resultado rompe una barrera histórica —primer título europeo masculino para España en esta disciplina— y confirma la madurez del proyecto: un equipo donde el trabajo de base, la conexión con los clubes y el espíritu colectivo pesan tanto como los nombres propios.
Este oro continental es más que un triunfo deportivo: es una reivindicación del deporte adaptado español, una inspiración para las nuevas generaciones y un motivo de orgullo para Vigo, que vuelve a tener a varios de sus jugadores en el centro del éxito internacional.
Un triunfo largamente esperado
Durante casi tres décadas, la selección española había perseguido un sueño que se resistía. En tres finales anteriores —1995, 2019 y 2023—, la potencia británica frustró sus aspiraciones. Pero en Sarajevo todo cambió.
España llegó al torneo con un grupo renovado y seis caras nuevas respecto a los Juegos Paralímpicos de París 2024. Carrión apostó por una plantilla equilibrada, mezcla de juventud y veteranía, con jugadores que aportaron inteligencia táctica y fortaleza emocional. Desde el primer encuentro, la selección mostró una versión sólida, disciplinada y coral: defensa férrea, transiciones rápidas y una química que creció partido a partido hasta llegar invictos a la final.
El duelo decisivo ante Gran Bretaña fue una auténtica batalla. Los británicos dominaron los primeros compases, pero España mantuvo la calma. Con Vilas implacable en defensa, Prieto aportando movilidad y ritmo, y Lorenzo preciso en los bloqueos, el equipo sostuvo la fe hasta el final. Una canasta decisiva y un último rebote sellaron el 72–69 que quedará grabado en la memoria del deporte adaptado español.
Fue mucho más que un resultado: la culminación de años de trabajo silencioso, de derrotas convertidas en aprendizaje y de entrenamientos sin focos. Cuando sonó la bocina final, las lágrimas no eran solo de alegría: eran la descarga de una deuda pendiente con la historia.
Vigo presente en la cumbre
El oro europeo tiene un marcado acento gallego. Julio Vilas, natural de Baiona, junto a los exjugadores del AMFIV, Lalo Prieto y Manu Lorenzo, formaron parte de la plantilla que rompió el dominio británico y subió al escalón más alto del podio. Los tres representan una generación de deportistas forjada en una estructura sólida y comprometida con el deporte adaptado en Vigo.
Vilas, veterano con carácter y temple, volvió a demostrar por qué es una referencia del baloncesto adaptado nacional: intensidad, liderazgo y lectura de juego en momentos clave. Prieto y Lorenzo, por su parte, aportaron equilibrio, fuerza y una conexión dentro de la pista fruto de los años compartidos en el club vigués.
El AMFIV, con décadas de trayectoria, ha sido escuela de técnicos y jugadores que hoy forman parte del núcleo del éxito nacional. Este oro también es un reconocimiento a la labor de los clubes locales que sostienen el deporte adaptado con recursos limitados y una pasión inquebrantable. Vigo, una vez más, deja su huella en una gesta histórica.
Claves del éxito
Cambio generacional y frescura
Tras París 2024, Carrión apostó por una renovación profunda. La llegada de seis nuevos jugadores aportó juventud, energía y hambre competitiva. La mezcla con veteranos como Vilas generó un equipo equilibrado, rápido y ambicioso, capaz de reinventarse en cada partido.
Un guión impecable
España firmó un torneo perfecto, sin derrotas ni despistes. Cada victoria reforzó la confianza y consolidó un estilo basado en la presión alta, la intensidad defensiva y la circulación veloz del balón. Ganaron con autoridad a rivales de peso y alcanzaron la final con la sensación de que, esta vez, nada podía escaparse.
Final de nervios
El choque contra Gran Bretaña fue una montaña rusa. Los campeones en título pusieron el listón alto, pero España resistió golpe a golpe. Con el marcador empatado 69–69 a pocos segundos del final, una canasta rompió el equilibrio y desató la euforia. El pitido final selló una victoria que hizo justicia a años de trabajo.
Un equipo sin fisuras
El mayor mérito de esta selección fue su unidad. Carrión y su cuerpo técnico construyeron un grupo donde el compromiso pesó más que las estadísticas. Cada jugador entendió su papel y puso el talento al servicio del conjunto: una lección de compañerismo y superación.
Qué cambia ahora
Más visibilidad para la modalidad y los clubes locales
El título europeo coloca al baloncesto en silla de ruedas en el mapa mediático. Para entidades como el AMFIV y escuelas gallegas, el logro es una inyección de visibilidad que puede traducirse en nuevos apoyos y más jóvenes interesados en iniciarse en este deporte.
Inspiración para deportistas vigueses y gallegos
El oro resuena con fuerza en Galicia. Ver a jugadores formados en Vigo levantar el título demuestra que el talento gallego no solo compite: gana al más alto nivel. El mensaje es claro: desde una cancha del polideportivo de Navia o del Berbés también se puede llegar a lo más alto.
Inclusión, esfuerzo y solidaridad
Más allá de la medalla, el triunfo refuerza que inclusión y excelencia pueden convivir. El baloncesto en silla de ruedas es una lección social: un recordatorio de que las barreras se rompen con trabajo, confianza y compañerismo. España no solo ganó un oro: logró que todo un país mire con orgullo a un equipo que representa superación y unidad.
Y ahora… ¿qué sigue?
Fortalecer el trabajo local
El futuro pasa por clubes y escuelas de baloncesto en silla de ruedas, donde se forman los próximos Vilas, Prieto y Lorenzo. Invertir en programas de iniciación, mejorar infraestructuras accesibles y ampliar recursos será clave para mantener viva esta generación de oro.
Aprovechar la visibilidad
El éxito ha traído una visibilidad inédita. Es el momento de transformarla en apoyo real: más patrocinadores, alianzas y respaldo institucional. El talento sobra; ahora toca un impulso estructural que garantice el crecimiento sostenido.
Mirando a Ottawa 2026
El próximo gran objetivo ya tiene fecha y lugar: el Mundial de Ottawa 2026. España llegará con la ilusión intacta y la experiencia de haber tocado el cielo en Europa. El reto será demostrar que este oro no fue una excepción, sino el comienzo de una era. Con unión y trabajo, esta selección ya ha probado que no hay límites cuando se juega con el corazón.
Fuentes Consultadas
Foto: cortesía de Atlántico Diario
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